El piercing lingual sigue disfrutando de una gran popularidad, como una forma de expresión personal y adorno corporal. Fue en la década de los años 90 cuando se puso de moda, y desde entonces se han desarrollados disversas técnicas, siendo bastante común verlo en adolescentes. Los hay en la lengua, en las mejillas, en los labios, frenillos, úvula… Sus cuidados no son difíciles de seguir, pero sus complicaciones te pueden dejar sin dientes.
¿Qué me puede pasar si no cuido mi piercing?
El dolor y la inflamación serán tus compañeros, para empezar. Los ganglios bajo el mentón y la mandíbula inferior podrían verse afectados, lo que podría prolongar las molestias durantes semanas.
Si tu piercing es en la lengua, un tejido muy vascularizado y enervada, se podría producir una hemorragia. Sin olvidar que puedes ver afectado tu sentido del gusto, incluso alguna acción motora de tu lengua si en el proceso de colocarte un piercing, se tocó algún nervio.
Al dolor, inflamación y hemorragia, se le podría unir una infección local en torno al piercing. Esto ocurre aproximadamente en el 15% de los casos y existe un alto riesgo de sufrir bacteriemia (presencia de bacterias en el torrente sanguíneo). Y si resulta que eres elérgica/o al material con el que está hecho el piercing, puedes experimentar una reacción alérgica. El níquel, por ejemplo, se sabe que genera complicaciones de este tipo, por lo que hay que tener mucho cuidado. Como ves, la elección de la joya, al igual que del profesional, no es tontería.
¿Cuáles son las consecuencias de un piercing bucal con el paso del tiempo?
- Reseción gingival: es lo más común. Sobre todo con los piercings lingual y labial. Con el constante roce con la pieza metálica, las encías se irritan y terminan por retraerse dejando expuesto zonas del diente que no están preparadas para esa exposición. Esto supone:
- Incremento de la sensibilidad.
- Movilidad dental y posterior pérdida del diente por falta de inserción de la pieza.
- Traumatismos dentales: son muy frecuentes. Pueden ir desde un simple desgaste por, por ejemplo, jugar con el piercing o morderlo. Hasta consecuencias más graves como astillamiento y fractura del diente. Algunas piezas que sufren fracturas no se pueden rehabilitar, y hay que extraerlo para posteiormente colocar un implante dental.
- Enfermedad periodontal y halitosis: muy relacionado con el primer punto. Ten en cuenta que un piercing es un cuerpo extraño que está permanentemente en la boca. No sólo altera la química dentro de la boca, sino que también puede dificultar una buena higiene, favoreciendo la acumulación de placa bacteriana y sarro que genera mal haliento y gingivitis.
- Maloclusión o modificación de la forma de morder: un piercing en la lengual, por ejemplo, puede dificultar el movimiento de la misma o puede generar hábitos poco saludables como morder el piercing. Ésto no sólo generará desgaste, como ya indicamos anteriormente, sino también modificará la forma que tenemos de masticar e incluso la pocisión de nuestros dientes.
- Alteraciones en el habla: no es de extrañar que una persona que tiene un piercing en la lengua tenga dificultades al pronunciar letras como la R, S, T y L.
- Alteraciones del gusto.
- Ingestión del propio piercing.
¿Cuándo acudir al médico?
Si tienes fiebre, enrojecimiento acusado en torno a la perforación del piercing, temblores y escalofríos, no esperes y acude al médico. Hay algunos piercings que suponen tantos riesgos, que están prohibidos.
Las cinco reglas de oro
- Infórmate muy bien de lo que es un piercing, preguna a tu dentista y a tu médico, elige bien al profesional que te lo hará, el tipo de joya que te pondrás, etc. El piercing no es un juego y puedes hacerte mucho daño.
- Acude a tu dentista para que te pueda asesorar sobre los cuidados detu piercing, y pueda hacerte un seguimiento. Sobre todo, si te lo acabas de colocar.
- Sé un modelo a seguir con tu higiene bucal.
- Evita moder o jugar con el piercing.
- Ante cualquier problema (fiebre, inflamación…) acude a tu médico.